martes, 5 de marzo de 2013

Seda, de Alessandro Baricco



Seda,  Alessandro Baricco
Editorial Anagrama, Barcelona, 1997
Traducción de Xavier González Rovira y Carlos Gumpert
125 páginas








Había escuchado y leído mucho sobre esta novela: opiniones muy muy buenas y, en el extremo opuesto, críticas demoledoras. Quería descubrirla por mí misma y opinar de primera mano, así que me hice con ella y he aquí mi veredicto.

Seda narra la historia del francés Hervé Joncour, que viaja repetidamente a Japón, en pleno siglo XIX, para comprar huevos de gusanos de seda con el fin de surtir de esta materia a la industria de Lavilledieu, su pueblo.

Más allá de un libro de viajes, Seda es una hermosa historia de amor. Más que una novela, es un intenso cuento. Se lee fácilmente en una sentada. Pero no debiera leerse sino contemplarse, acariciarse, pronunciarse en voz alta, oírse con calma. Baricco practica en su relato un ascetismo narrativo que deja al lector la tarea de construcción de ciertos huecos en blanco. Su prosa libre tiene mucho de poesía: no en vano juega con los espacios de la página, la disposición del texto, la sonoridad de las palabras… La suavidad no está solo en la elegancia del lenguaje empleado, sino que se halla en todas partes: desde los espacios míticos idealizados hasta el misterioso personaje femenino que se nos escabulle entre las líneas, con el perfecto deslizamiento del amante que juega al escondite para tensar la cuerda del erotismo.

Como una caja de zapatos llena de huevos de seda, la obra está compuesta por 65 capítulos, cuya extensión no sobrepasa en ningún caso las tres páginas. Leyendo cada uno de ellos iremos hilando la materia prima oculta y conformando un breve tapiz fabricado con el tejido de metáforas, sensaciones y tránsitos (más vitales que geográficos) entre el deseo y la realidad, lo sensual de Oriente y lo práctico de Occidente.

Veredicto final: Seda es un magnífico juego literario que disfrutarán, como yo lo he hecho, todos aquellos amantes de la palabra justa, de la lectura en voz alta y el paladeo sensorial de una prosa preciosista. Lo mejor: un final inesperado que da sentido a todo.

No deben acercarse a ella los que busquen en su lectura acción, intriga, tensión dramática constante… porque esta no es una novela como las que frecuentemente caen en nuestras manos. Ahí reside el verdadero genio de su autor, en crear una envoltura de palabras auténtica y genuina para la historia que desea contar, un relato con tacto propio. Si dudan en leerla o no, mi consejo es que lo hagan en cualquier tarde de lluvia, sin prisa ni distracciones. Les aseguro que será breve, no perderán mucho en el caso de que no les guste. Y si logran percibir la suavidad de la seda en el relato, no lo olvidarán nunca. Merecerá la pena.

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Baldabiou siguió escuchando, en silencio, hasta el final, hasta el tren de Eberfeld.
No pensaba en nada.
Escuchaba.
Le hizo daño oír, al final, cómo Hervé Joncour decía en voz baja:
- Ni siquiera llegué a oír nunca su voz.
Y al cabo de un momento:
- Es un dolor extraño. Morir de nostalgia por algo que no vivirás nunca.
Recorrieron el parque caminando uno junto al otro. Lo único que Baldabiou dijo fue:
- Pero ¿por qué diablos hace este maldito frío?
Dijo, una vez.

2 comentarios:

CuEnTaLiBrOs dijo...

Hola Ana

Este libro lo tengo en la lista desde hace algún tiempo y además tengo una amiga que me lo ha recomendado una y mil veces. Me encanta lo que nos dices y sobre todo lo que intuyo te ha hecho sentir. Supongo que no es tanto la historia en sí misma, como ese juego literario. También sé que hay una película, pero no la he querido ver hasta leerlo, esta reseña me lleva a subrayar aún más. Gracias, un placer leerte.
Besos

Ana dijo...

La película no la he visto, ni ganas hay porque me han hablado muy mal de ella. Desde luego, como dices, no es tanto la historia (que también resulta preciosa al completo) sino la manera de narrar. Anímate y léela, es muy cortita.

Gracias por tu comentario. Un abrazo.

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